Es muy complicado encontrar en la historia de la música popular del siglo XX a un genio tan rocoso como Lou Reed. Ni una sola concesión. Ni un solo traspiés.
He perdido la cuenta de todas las veces que he pinchado canciones suyas en la radio (en solitario o con los viejos discos de la Velvet).
Le he ovacionado puesto en pie en un auditorio enloquecido.
Todo esto me ha pillado ordenando unas ideas para un programa especial sobre su conexión con Edgar Allan Poe.
Tengo todo el derecho del mundo a considerar que Lou Reed es mío, aunque lo cierto es que es Nuestro.
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